4 de septiembre de 2010

Café

-¿En qué pensas? ¿Por qué estas  tan callada? ¿Te pasa algo? ¿Estás enojada conmigo? ¿Por qué no me hablas? ¿Qué te hice? Eeu hablame.


-Perdón, estaba distraída. Estaba pensando en el momento que nos conocimos. ¿Te acordas? En ese café de Belgrano, no me acuerdo el nombre ahora. Me acuerdo que yo estaba leyendo en una de las mesas que daban al hogar, y de repente escucho que la puerta se abre y entras vos todo mojado, y fuiste directo al fuego a sacarte el piloto para que se te seque. Y cuando me estaba por ir, empezó a llover tanto que era imposible salir con esa lluvia y ese frío. Volví a mi mesa, pero ya estaba ocupada, entonces fui a una de las que estaban contra la calle a ver pasar los autos y la lluvia. En eso veo que me estabas mirando. Bajé la mirada y miré la tapa del libro que tenía en mis manos, Un lugar llamado aquí. Lo abrí y retomé en el capítulo nueve, donde me había quedado. Sandy Shortt había desaparecido y estaba caminando sóla, cuando se encuentra con Bernard, Helena, Joan, Derek y Marcus. Cinco estudiantes que desaparecieron durante una acampada que organizó el colegio en los años sesenta y nunca los encontraron. Pero aquí estaban ahora, mayores, más sensatos y con la inocencia perdida. Y yo los había encontrado...Ni siquiera le estaba prestando tanta atención a lo que leía, porque sentía que me estabas clavando la mirada, y me intimidaba. Por eso decidí no levantar la vista y continuar con mi lectura. Capítulo 10. Cuando tenía catorce años, mis padres me convencieron para que fuera a una terapeuta cada lunes después de clase. No tuvieron que insistir mucho. En cuanto me dijeron que podía hacerle cuantas preguntas quisiera...Aaj, esa sensación. Definitivamente alguien me estaba mirando, no podía seguir leyendo como si nada pasara. Levanté la mirada y te vi, no tenías vergüenza, no me dejabas de mirar. Sentía que tenía algo, el pelo todo despeinado o algo. No sabía por qué mirabas tanto. Entonces me paré y me dirigí a tu mesa. Apoyé el libro y sin ningún miedo te pregunté qué era lo que tanto me mirabas. Y tu respuesta: sinceramente no sé” me llamó la atención. Ahí fue cuando me enojé. ¡Qué respuesta sin sentido! Que tonta me sentí. Me di vuelta, volví a mi mesa y me puse a leer de nuevo. ...y que esa persona estaba cualificada para responderme, casi no hizo falta que me llevaran a la escuela... La lluvia iba parando. Me quería ir de ahí. En eso, levanto la vista y te veo parado justo al frente mío y me decís: “creo que no empezamos bien, me llamo Santiago”.

3 comentarios:

  1. aaaaaaah no agustina, te vas al carajo en buena jajajajaj esta barabro esto posta. me gusta mucho mucho mucho. tenes fuuro eh jjajajaj segui asi vos, te quiero. nos vemos pronto

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  2. like it like it!!! Muy vos nena, te amo agustinita seguí escribiendo, aca tenés un aseguidora jajaja.

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  3. carou jaja otra graaan admiradora y fan17 de abril de 2011, 12:27 a.m.

    por favooooooooorrr seguilaaa seguila segulaaa...me encanta es poco! jajajaja es muuy tiernaa osea son esas historias perfectas =) no se me hacen sentir bien en el momento en que las leo..como que me re imagino todo y es como esas peliculas que terminas con una sonrisa en la cara de tanto que te gusto =) jajajaj...despues viene la frustracion pero no importa, en el momento es lindo jjejej

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